Para estos jóvenes,
compartir una rebanada de pan ha sido una bendición en la vida de muchas
personas, incluso la de ellos.
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Fotografías del barrio,
cortesía de Nolfo Zambrano.
Si alguien te ofreciera
una rebanada de un delicioso pan de plátano [banana], ¿cómo reaccionarías? Para
los jóvenes de un barrio de Ecuador, ésa es la mejor manera de iniciar
conversaciones sobre el Evangelio.
Cada dos meses llevan a
cabo un día misional en el cual realizan programas de puertas abiertas en
diferentes zonas de su barrio de la Iglesia. Se dividen en varios equipos, cada
uno compuesto de un joven, un misionero de tiempo completo o uno que acaba de
terminar la misión, y un élder o sumo sacerdote. Algunos grupos trabajan bajo
un toldo, otros van a contactar personas en el parque y los demás van de puerta
en puerta.
Al hablar con alguien,
le ofrecen una rebanada de pan de plátano. Cuando la persona la acepta, le
dicen que aunque el pan es delicioso y bueno para el cuerpo, los misioneros
tienen un mensaje que les nutrirá el alma. Los jóvenes y sus compañeros
entonces invitan a la persona a reunirse con los misioneros. De esa manera, han
logrado obtener entre 40 y 50 referencias para los misioneros en un par de
horas.
Los hombres jóvenes
también hermanan a los miembros de su propio quórum. Los sábados se reúnen para
una actividad de Hombres Jóvenes y para trabajar en Mi Deber a Dios. Después,
visitan a los miembros menos activos del quórum, los animan a asistir a la
Iglesia y los invitan a regresar para jugar algún deporte o participar en otra
actividad.
De ésa y muchas otras
formas, estos jóvenes se están preparando para ser misioneros de toda la vida.
Dos de ellos (a la derecha) comparten la manera en que se sienten fortalecidos
e inspirados por sus experiencias.
Un cambio gracias al
Evangelio
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He sido miembro de la
Iglesia cinco años. Mis padres no son miembros, pero mi tío Jorge es el
presidente de Hombres Jóvenes y ha sido un gran apoyo. También me siento
agradecido con mi obispo por su constante apoyo y aliento.
Decidí acercarme a la
Iglesia después de uno de los días misionales que efectuaron en el barrio. Fue
una de mis primeras experiencias que me motivó a unirme a la Iglesia. Como
diácono, maestro y ahora presbítero, mis líderes siempre me han apoyado y animado
a participar en todas las actividades de la obra misional. Me encantan los
programas de puertas abiertas, donde tengo la oportunidad de compartir con los
demás las bendiciones del ser miembro de la Iglesia de Cristo. Lo que me
inspira más son las actividades de servicio, donde tengo la oportunidad de
prestar servicio a mi prójimo, tal como Jesús nos enseñó.
Hace un año, mis
hermanos menores, Luis, de 15 años, e Israel, de 12, se unieron a la Iglesia.
Hemos estado trabajando juntos en los proyectos de Mi Deber a Dios, y desde su
bautismo hemos compartido experiencias maravillosas. Todos los jóvenes del
barrio tenemos una relación estrecha y nos apoyamos mutuamente.
Sé que el bautismo es
la puerta para entrar al reino de los cielos. Cuando estamos al servicio de
nuestros semejantes, estamos al servicio de Dios (véase Mosíah 2:17).
La obra misional bendice a las familias, y sé que mi vida ha cambiado gracias
al Evangelio.
Álvaro T., 17 años
Aprender mis
responsabilidades
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Cuando era diácono,
aprendí mis responsabilidades gracias al apoyo de mis padres y líderes y al
trabajar con las metas del librito Mi Deber a Dios. Cuando era maestro, aprendí
más al ir a hacer las visitas de maestro orientador, al participar en los
programas de puertas abiertas en los días misionales, al compartir el pan de
plátano, al asistir a la mutual y al participar en actividades de barrio y de
estaca.
Ahora, como presbítero,
puedo concentrarme más en la obra misional. Al trabajar con el presidente de
los Hombres Jóvenes y como asistente del obispo, he aprendido mucho más sobre
mis responsabilidades como poseedor del sacerdocio.
Nuestros líderes nos
invitan constantemente a ir con ellos y con los misioneros de tiempo completo
para que nos familiaricemos con la obra misional. También nos exhortan a leer
las Escrituras, especialmente el Libro de Mormón. Todas esas experiencias me
motivan y me preparan para recibir el sacerdocio mayor y para servir en una
misión de tiempo completo.
un linda historia
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