El Salvador es nuestro
ejemplo de servicio desinteresado. Dedicó Su vida perfecta a servir al Padre
Celestial y a todos los hijos de Su padre. El propósito común del Padre y del
Hijo es darnos a todos el don de la inmortalidad y la bendición de la vida
eterna (véase Moisés 1:39).
Para tener derecho a la
vida eterna, debemos ser cambiados mediante la expiación de Jesucristo: nacer
de nuevo y estar limpios del pecado. Sin embargo, los niños menores de ocho
años no tienen pecado y son redimidos por medio de la Expiación (véanse Mosíah
3:16, 21; Moroni
8:10–12).
Para todos los que
alcanzamos la edad de responsabilidad, existe un plan maravilloso que nos
permite ser limpios del pecado y prepararnos para la vida eterna. Esa
preparación comienza con el bautismo mediante la autoridad del sacerdocio y la
recepción del Espíritu Santo; después de ello, debemos recordar siempre al
Salvador y guardar los mandamientos que Él nos ha dado.
El rey Benjamín habló a
la gente del Libro de Mormón acerca del gozo que ocasiona el sentir que los
pecados han sido perdonados mediante la expiación de Jesucristo. Luego les
enseñó que para retener la remisión de sus pecados debían enseñar a sus hijos a
servirse el uno al otro y a ser tan generosos como pudieran para satisfacer las
necesidades materiales y espirituales de los que los rodeaban (véase Mosíah
4:11–16).
También enseñó: “Y he
aquí, os digo estas cosas para que aprendáis sabiduría; para que sepáis que
cuando os halláis al servicio de vuestros semejantes, sólo estáis al servicio
de vuestro Dios” (Mosíah 2:17).
Jesús fue entre la
gente enseñando el Evangelio y haciendo el bien (véaseHechos 10:38).
Él sanó al enfermo, levantó a los muertos, y con Su poder alimentó a miles
cuando estuvieron hambrientos y sin comida (véanseMateo
14:14–21; Juan 6:2–13).
Después de Su resurrección, dio de comer a varios de Sus apóstoles cuando
llegaron a la costa del mar de Galilea (véase Juan
21:12–13). En las Américas, sanó al enfermo y bendijo a los niños uno por
uno (véase 3 Nefi
17:7–9, 21).
El apóstol Santiago nos
enseñó que el deseo de servir a los demás surge de nuestra gratitud por lo que
el Señor ha hecho por nosotros.
“Pero el que mira
atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no
siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en
lo que hace…
“La religión pura y sin
mácula delante de Dios el Padre es ésta: Visitar a los huérfanos y a las viudas
en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo” (Santiago 1:25,
27).
Una de las maneras de
saber que están siendo purificados es su mayor deseo de servir a los demás en
nombre del Salvador. La orientación familiar y el programa de maestras
visitantes llegan a ser más un placer que un deber para ustedes; se ofrecen con
más frecuencia para prestar servicio como voluntarios en las escuelas locales o
para ayudar a cuidar de los pobres en su comunidad. Aun cuando quizás tengan
poco dinero para dar a los que tienen menos, desean tener más para poder dar
más (véase Mosíah 4:24);
están ansiosos por servir a sus hijos y mostrarles cómo prestar servicio a las
demás personas.
A medida que la
naturaleza de ustedes cambie, sentirán el deseo de prestar más servicio sin
esperar reconocimiento. Conozco discípulos del Salvador que han dado grandes
ofrendas de dinero y servicio con la resolución de que sólo sus hijos y Dios lo
supieran. Dios ha reconocido su servicio bendiciéndolos en esta vida y los bendecirá
en la vida eterna futura (véanse Mateo 6:1–4; 3 Nefi
13:1–4).
Al guardar el
mandamiento de servir a los demás (véase Mateo 22:39),
han visto un cambio en sus sentimientos de orgullo. El Salvador corrigió a Sus
apóstoles cuando discutían acerca de quién sería el mayor entre ellos. Él dijo:
“Ni seáis llamados
maestros, porque uno es vuestro Maestro, el Cristo.
“El que es el mayor
entre vosotros será vuestro siervo” (Mateo
23:10–11).
El Salvador nos enseña
cómo aprender a servir a los demás. Él sirvió de manera perfecta y nosotros
debemos aprender a servir como Él aprendió: gracia sobre gracia (véase D. y
C. 93:12–13). Mediante el servicio que damos, llegamos a ser más como Él;
oraremos con toda la energía de nuestro corazón para amar a nuestros enemigos
así como Él los ama (véanse Mateo 5:43–44; Moroni 7:48).
Entonces, finalmente llegaremos a ser dignos de la vida eterna con Él y con
nuestro Padre Celestial.
Les prometo que al
seguir las enseñanzas y el ejemplo del Salvador, llegaremos a servir de manera
más perfecta.
Cómo enseñar con este
mensaje
El élder M. Russell
Ballard, del Quórum de los Doce Apóstoles, nos ha animado a orar por
oportunidades de servicio: “Cada mañana, en sus oraciones, pidan al Padre
Celestial que los guíe a reconocer una oportunidad para servir a uno de Sus
preciados hijos. Luego, vayan durante el día… buscando a quien ayudar” (“Estar
anhelosamente consagrados”, Liahona, noviembre
de 2012, página 31). Consideren la posibilidad de invitar a aquellos a quienes
enseñen a que fijen la meta de orar cada mañana pidiendo oportunidades para
servir y que luego las busquen durante el día.
Una respuesta a su
oración
Por Siphilile Khumalo
La autora vive en Gauteng, Sudáfrica
Una noche, una amiga de
otra religión vino a quedarse conmigo. Generalmente estudio las Escrituras
sola, y esa noche las había sacado para estudiar. Sentí la impresión de
invitarla a que me acompañara, pero tuve miedo y, en lugar de hacerlo, comencé
a estudiar por mi cuenta. Sabía que había ignorado la impresión del Espíritu.
Después de unos minutos le pregunté con reserva: “¿Te gustaría estudiar las
Escrituras conmigo?”. Sin dudarlo, mi amiga respondió: “Sí”.
Leímos el Libro de
Mormón. Ella me hizo algunas preguntas y yo pude sentir que el Espíritu me
guiaba mientras respondía. Expresé mi testimonio de la veracidad del Libro de
Mormón y, después de hacerlo, ella me dijo: “Todo el día he estado llorando y
con miedo; acababa de orar a Dios por ayuda cuando me preguntaste si quería
leer las Escrituras contigo. Me siento mucho mejor ahora, gracias”.
El Señor me usó como
instrumento para contestar una oración y servir a una de Sus hijas que tenía
una necesidad. Sé que las impresiones son instrucciones divinas de un Padre
sabio y glorioso. Cuando dejamos de lado nuestros temores, permitimos que Él
manifieste Su poder por medio de nuestra obediencia.
Niños
Buscar maneras de
prestar servicio
Los niños pueden
escoger prestar servicio a los demás. Encierra en un círculo las ilustraciones
donde el niño elige seguir a Jesucristo al ayudar a otra persona.
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