jueves, 31 de julio de 2014

¿Es suficiente si tan sólo creo que la Iglesia es verdadera?

Jeffrey R. Holland
Los miembros del Quórum de los Doce Apóstoles son testigos especiales de Jesucristo.





La creencia es siempre el primer paso hacia saber algo.
Aférrense al conocimiento que ya tienen y manténganse firmes hasta que reciban más conocimiento.
Jesucristo mismo dijo: “No temas, cree solamente” (véase Marcos 5:36).

Ustedes tienen más fe de la que se imaginan.

Por qué el matrimonio es algo maravilloso

Nos encanta estar casados, y éstas son las razones por que.


Después de salir juntos por primera vez, los dos sabíamos que queríamos volver a salir juntos. Ben quería hacerlo porque Rachel era amigable y muy simpática; y Rachel quería hacerlo porque Ben era un caballero y seguía sonriendo aun después de que todos sus bien formulados planes se vinieron abajo. Después de salir juntos por segunda vez, y muchas otras veces, así como después de muchas oraciones, nos enamoramos y decidimos casarnos en el Templo de Sacramento, California.
El día de la boda fue absolutamente perfecto, y desde entonces nos ha encantado estar casados. Tal vez el mundo vea el matrimonio en forma diferente, pero nosotros sabemos que ninguna otra relación puede “aportar tanto gozo, generar tanto bien ni producir tanto refinamiento personal”. El matrimonio es maravilloso, y éstas son las razones:
El matrimonio vale la pena
“Es tan gratificante estar casado. El matrimonio es maravilloso. Con el tiempo se empieza a pensar igual y a tener las mismas ideas e impresiones. Hay momentos en que se es sumamente feliz y hay también momentos de pruebas y momentos de sufrimiento; pero el Señor los guía a lo largo de esas experiencias juntos”.
Élder Richard G. Scott, del Quórum de los Doce Apóstoles, “Las bendiciones eternas del matrimonio”,Liahona, mayo de 2011, pág. 96.
De Ben: Compañera de equipo
Durante mi misión en Brasil, el fútbol llegó a gustarme mucho. Una de las cosas que más me gustan de ese deporte es tener compañeros y aprender a trabajar juntos en equipo. Rachel es una compañera de equipo fantástica; me ayuda a lograr mis metas, tomamos decisiones importantes juntos y siempre está allí para apoyarme cuando enfrento dificultades.
Cuando nos sellamos en el templo, nos prometimos, “como compañeros iguales… [ayudarnos] el uno al otro”. Rachel y yo nos esforzamos por apoyarnos mutuamente en todo lo que hacemos, y es hermoso saber que siempre cuento con una compañera de confianza.
De Rachel: Expresiones de amor
Reconozcámoslo, chicas (y muchachos), es agradable saber que alguien nos ama; y cuando uno se casa, ¡tenemos oportunidades de dar y de recibir amor todos los días! Cuando hablaba con mis padres sobre la posibilidad de casarme con Ben, mi papá dijo: “Sea con quien sea que decidas casarte, quiero que él te exprese su amor frecuente y sinceramente, como el élder Richard G. Scott lo hacía con la esposa”. Le hice caso a mi padre.
Decidí casarme con Ben, y él siempre se ha esforzado por expresarme su amor en maneras pequeñas y grandes. En mi último año de universidad, trabajé arduamente durante meses con el fin de prepararme, solicitar y conseguir una entrevista para realizar mis prácticas en una prestigiosa compañía. Cuando por fin me enteré de que me habían dado el trabajo, llegué a casa y vi un florero lleno de flores de parte de mi esposo. Él sabía lo mucho que me había afanado y lo importante que era ese trabajo para mí. Otras veces, esconde mi bebida favorita en el refrigerador junto con una notita de amor antes de irse a pasar un fin de semana de campamento con los Boy Scouts; y todos los días lava los platos y me hace reír. Ben es muy bueno en cuanto a expresarme su amor y eso nos trae gran felicidad a los dos.
De Ben: Se disfruta más


El salir con Rachel es muy divertido; de hecho, como matrimonio todavía nos aseguramos de salir con frecuencia. Después de que nos conocimos por primera vez, descubrimos que nos gustan muchas de las mismas actividades: caminar por el parque, ir al teatro, ver eventos deportivos, comer comidas nuevas y diferentes, escuchar música y mucho más. Me gustaba hacer esas cosas antes de conocerla, pero son más divertidas ahora que las hacemos juntos. Cuando uno está casado, tiene a alguien con quien disfrutar de la vida y eso la hace maravillosa.
De Rachel: Un compañero de misión eterno
Antes de conocer a Ben, yo estaba por cumplir la edad para prestar servicio misional y había considerado seriamente servir en una misión de tiempo completo; pero después él llegó a mi vida y supe que el Padre Celestial tenía un plan diferente para mí.
Cuando nos comprometimos, algunos familiares que estaban enterados de mi idea de servir en una misión me preguntaron sobre mi decisión y les decía: “Decidí que yo misma quería elegir a mi compañero de misión… ¡y quedarme con él eternamente!”.
Cuando uno se casa, los cónyuges tienen la oportunidad de participar juntos en la obra de salvación. Ben y yo hemos encontrado gran felicidad en edificar un hogar centrado en Cristo, estudiar y poner en práctica juntos el Evangelio, prestar servicio en la Iglesia e invitar a otras personas a venir a Cristo. A medida que trabajamos juntos para edificar el reino de Dios, nos acercamos más el uno al otro, nuestro amor se hace más profundo y la vida es más gratificante.
¡Créannos!
Diga lo que diga el mundo, el matrimonio es maravilloso y vale la pena darle prioridad. Cuando uno se casa, tiene un compañero de equipo, da y recibe amor, disfruta más plenamente de la vida y tiene a alguien con quien edificar el reino de Dios. Todo eso nos brinda mucho gozo y, por estar sellados en el templo, ¡podemos tener ese gozo para siempre! Si guardamos los convenios que hemos hecho, estaremos juntos por la eternidad y recibiremos las bendiciones supremas del sacerdocio. Nosotros hemos “encontrado en [el] matrimonio la más completa realización de la existencia humana”.
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Ideas para meditar el domingo
Ideas para meditar el domingo
¿Qué cualidades y actitudes dan como resultado matrimonios y familias más felices?
¿Qué estás haciendo ahora mismo para contribuir a que tu matrimonio y tu familia futuros sean fuertes y felices?
Lo que podrías hacer
Lo que podrías hacer
Habla con algunos amigos de la meta de casarte y tener una familia, y explícales por qué tienes esa meta.

En la Iglesia, comparte los motivos por los cuales tienes la esperanza de casarte y tener una familia, y la forma en que estás preparándote para ello.

Desafía la gravedad: Sigue adelante con fe

Desafía la gravedad: Sigue adelante con fe
Al seguir adelante, puedes mantenerte en posición vertical aun cuando las fuerzas externas procuren hacerte caer.


Ilustración por Julia Yellow.
Tuve mi primera bicicleta cuando tenía ocho años. Con la ayuda de mi hermano mayor y de mi padre, comencé el proceso un tanto aterrador de aprender a andar en ella. Los otros niños del vecindario lo hacían parecer tan fácil y natural al andar velozmente de acá para allá en las suyas. Me subí al asiento —que parecía estar por lo menos a tres metros del suelo— y me di cuenta de que no había absolutamente nada que evitara que me cayera y comprobara que la ley de gravedad era real.
Al tratar de andar, aprendí rápidamente que, si quería mantener el equilibrio, tenía que seguir pedaleando. Cuando me subí por primera vez, lo que menos quería hacer era agregar velocidad a la ya sobrecogedora tarea; pero rápidamente entendí la sabiduría de seguir hacia adelante y la ley física que abarcaba. En tanto que siguiera pedaleando, podría mantenerme en posición vertical y evitar caer al áspero concreto que me rasparía la piel de los brazos y las piernas. Al poco tiempo, andaba pedaleando velozmente por todo el vecindario con mis amigas.
Al igual que los que siguen pedaleando en la bicicleta pueden mantenerse en posición vertical a pesar de la fuerza de la gravedad, los que son guiados por el Santo Espíritu en todo lo que hacen pueden resistir la influencia del adversario.
Lo mismo se aplica a vivir el Evangelio y las normas de Para la Fortaleza de la Juventud. Se requiere fe para creer que si constantemente seguimos el consejo de la Primera Presidencia tal como se detalla en ese librito, nuestra vida estará equilibrada y será estable, y seremos guiados adonde queremos
Ir.
Es necesario que sigamos avanzando para evitar caer. Para lograrlo, debemos hacer ciertas cosas de manera fiel y constante:
Orar por la mañana y por la noche.
Estudiar las Escrituras a diario.
Asistir a las reuniones de la Iglesia y participar dignamente de la Santa Cena.
Prestar servicio a los que nos rodean
Ser dignos de asistir al templo.
Todas estas cosas hacen que sigamos avanzando en la dirección correcta.
Es por eso que leer las normas que se describen en Para la Fortaleza de la Juventud y estar familiarizados con ellas servirá para asegurar que estemos tomando decisiones que vayan de acuerdo con las normas de Dios. El vivir esos principios y guardar los mandamientos invitan al Espíritu Santo a ser nuestro compañero constante. Al igual que los que siguen pedaleando en la bicicleta pueden mantenerse en posición vertical a pesar de la fuerza de la gravedad, los que son guiados por el Santo Espíritu en todo lo que hacen pueden resistir la influencia del adversario.
¿A dónde quieres llegar a medida que pedaleas hacia adelante? Para todos los jóvenes del Sacerdocio Aarónico, el prepararse ahora para servir en una misión de tiempo completo es importante para el crecimiento espiritual. Para todos los jóvenes y jovencitas, el estar preparado para ir al templo y recibir la investidura y hacer y guardar convenios sagrados también debe ser una meta primordial.
Como dice el mensaje de la Primera Presidencia al principio de Para la Fortaleza de la Juventud: “En todo lo que hagan, mantengan su mira en el templo. En el templo recibirán las más grandes de todas las bendiciones del Señor, incluso el matrimonio por el tiempo de esta vida y por toda la eternidad. Es posible que el recibir el convenio del matrimonio eterno en la casa del Señor, y llegar a ser esposos, esposas, padres y madres justos parezcan estar sumamente distantes, pero el momento de empezar a prepararse es ahora. Todas esas cosas llevan al destino más glorioso y espectacular de todos: la vida eterna con nuestro Padre Celestial.
Uno de mis pasajes favoritos de las Escrituras resume lo que tenemos que hacer a fin de seguir avanzando hacia nuestras metas: “Por tanto, debéis seguir adelante con firmeza en Cristo, teniendo un fulgor perfecto de esperanza y amor por Dios y por todos los hombres. Por tanto, si marcháis adelante, deleitándoos en la palabra de Cristo, y perseveráis hasta el fin, he aquí, así dice el Padre: Tendréis la vida eterna” (2 Nefi 31:20).

Así como cuando era una niña de ocho años aprendí que necesitaba seguir pedaleando y avanzando a fin de desafiar la gravedad y mantener el equilibro en la bicicleta, es importante que todos sigamos avanzando hacia adelante con fe, confiando en el consejo de los profetas vivientes y de un amoroso Padre Celestial para evitar caer. Algunos de nuestros destinos están a una corta distancia, mientras que otros tomarán toda una vida de vivir rectamente para alcanzarlos. Las promesas de lo que nos espera al final del camino, si somos fieles, son ciertas y gloriosas, y bien valen la pena.

Un milagro en el aeropuerto

Una pequeña impresión puede ejercer un cambio positivo en la vida de las personas.


Ilustraciones por David Malan.
Cuando era misionero nuevo en Japón, se me dificultaba entender a las personas, y mucho más llegar a conocerlas. Era difícil amar a personas que no conocía, especialmente cuando no podía entender lo que decían. Pero me esforcé por demostrarles mi amor, y apreciaba los esfuerzos que hacían para acercarse a mí.
Cada semana, la hermana Senba, una hermana del barrio, nos daba a mi compañero y a mí una hogaza de pan casero. A fin de demostrar su amor por los misioneros, ella horneaba pan y escribía notitas cortas, pero sinceras.
Me conmovió el hecho de que alguien se preocupara por mí, y sentí la impresión de demostrarle mi gratitud de alguna forma sencilla. Le escribí una notita para expresarle lo agradecido que estaba por ella y por los sacrificios que ella y su familia hacían para ayudar a los misioneros. Nos hicimos amigos, y empecé a considerarla como mi “mamá lejos de casa”.
Pasaron los meses, y un miércoles temprano por la mañana recibí una llamada del presidente de misión, quien me indicó que mi nueva asignación era Okinawa. Cuando colgué, me embargó un sentimiento dulce y amargo a la vez. Me consternaba tener que despedirme. Cada llamada que hice para decirles a los miembros del barrio que me iba al día siguiente me partía el corazón. Despedirme de las personas que había llegado a amar fue más difícil de lo que había imaginado.
Cuando terminé de hacer las llamadas, me di cuenta de que la única que no había contestado el teléfono había sido la hermana Senba. Me sentí triste de no poder despedirme de una hermana que había llegado a querer mucho.
A la mañana siguiente, otros dos misioneros y yo salimos hacia el aeropuerto. Cuando llegamos al mostrador e intentamos comprar los boletos, los empleados nos dijeron que nuestras tarjetas habían sido rechazadas. No teníamos dinero para pagar los boletos y el vuelo salía en 10 minutos. A los tres nos entró el pánico; estábamos por perder el vuelo y tendríamos que pasar el día en el aeropuerto.
Pero todo mi pánico se convirtió en consuelo cuando di la vuelta y vi a la hermana Senba entrar al aeropuerto. Me sorprendió mucho que estuviera allí, ya que ella no sabía a qué hora salía nuestro vuelo. Al apresurarse para llegar a donde estábamos, nos sonrió y nos dio pan a todos para llevar en el avión.
El Señor realmente se vale de medios pequeños para llevar a cabo Su obra.
Cuando le explicamos que íbamos a perder el vuelo, se entristeció. Nadie sabía qué hacer. Luego la hermana Senba empezó a buscar en su cartera, buscando algo que pudiera ayudarnos. Saltó de felicidad cuando encontró un pequeño sobre en su cartera, en el que, semanas atrás, había puesto 50.000 yens: la cantidad exacta de dinero que necesitábamos. Nos dio el dinero y pudimos comprar los boletos a tiempo. Le dimos las gracias con toda la sinceridad de nuestra alma, nos despedimos y nos apresuramos a subir al avión.
Después de que el avión partió, uno de los otros misioneros se volvió hacia mí y me dijo: “¡Ella es increíble! ¡Ése fue un milagro!”.

Fue entonces que me di cuenta realmente cuán milagroso había sido. Entonces me dijo: “¿Qué dice su nota?”. Vi que él estaba leyendo una nota que acompañaba el pan que la hermana Senba le había dado. Al darme cuenta que yo también tenía una, la saqué y leí un pequeño pedazo de papel dirigido personalmente a mí, el cual inmediatamente hizo que los ojos se me llenaran de lágrimas. Decía: “¡Lo quiero mucho! Por favor, no se olvide de mí. ¡Yo nunca lo olvidaré!”.

Misioneros del pan de plátanos

Para estos jóvenes, compartir una rebanada de pan ha sido una bendición en la vida de muchas personas, incluso la de ellos.


Fotografías del barrio, cortesía de Nolfo Zambrano.
Si alguien te ofreciera una rebanada de un delicioso pan de plátano [banana], ¿cómo reaccionarías? Para los jóvenes de un barrio de Ecuador, ésa es la mejor manera de iniciar conversaciones sobre el Evangelio.
Cada dos meses llevan a cabo un día misional en el cual realizan programas de puertas abiertas en diferentes zonas de su barrio de la Iglesia. Se dividen en varios equipos, cada uno compuesto de un joven, un misionero de tiempo completo o uno que acaba de terminar la misión, y un élder o sumo sacerdote. Algunos grupos trabajan bajo un toldo, otros van a contactar personas en el parque y los demás van de puerta en puerta.
Al hablar con alguien, le ofrecen una rebanada de pan de plátano. Cuando la persona la acepta, le dicen que aunque el pan es delicioso y bueno para el cuerpo, los misioneros tienen un mensaje que les nutrirá el alma. Los jóvenes y sus compañeros entonces invitan a la persona a reunirse con los misioneros. De esa manera, han logrado obtener entre 40 y 50 referencias para los misioneros en un par de horas.
Los hombres jóvenes también hermanan a los miembros de su propio quórum. Los sábados se reúnen para una actividad de Hombres Jóvenes y para trabajar en Mi Deber a Dios. Después, visitan a los miembros menos activos del quórum, los animan a asistir a la Iglesia y los invitan a regresar para jugar algún deporte o participar en otra actividad.
De ésa y muchas otras formas, estos jóvenes se están preparando para ser misioneros de toda la vida. Dos de ellos (a la derecha) comparten la manera en que se sienten fortalecidos e inspirados por sus experiencias.
Un cambio gracias al Evangelio


He sido miembro de la Iglesia cinco años. Mis padres no son miembros, pero mi tío Jorge es el presidente de Hombres Jóvenes y ha sido un gran apoyo. También me siento agradecido con mi obispo por su constante apoyo y aliento.
Decidí acercarme a la Iglesia después de uno de los días misionales que efectuaron en el barrio. Fue una de mis primeras experiencias que me motivó a unirme a la Iglesia. Como diácono, maestro y ahora presbítero, mis líderes siempre me han apoyado y animado a participar en todas las actividades de la obra misional. Me encantan los programas de puertas abiertas, donde tengo la oportunidad de compartir con los demás las bendiciones del ser miembro de la Iglesia de Cristo. Lo que me inspira más son las actividades de servicio, donde tengo la oportunidad de prestar servicio a mi prójimo, tal como Jesús nos enseñó.
Hace un año, mis hermanos menores, Luis, de 15 años, e Israel, de 12, se unieron a la Iglesia. Hemos estado trabajando juntos en los proyectos de Mi Deber a Dios, y desde su bautismo hemos compartido experiencias maravillosas. Todos los jóvenes del barrio tenemos una relación estrecha y nos apoyamos mutuamente.
Sé que el bautismo es la puerta para entrar al reino de los cielos. Cuando estamos al servicio de nuestros semejantes, estamos al servicio de Dios (véase Mosíah 2:17). La obra misional bendice a las familias, y sé que mi vida ha cambiado gracias al Evangelio.
Álvaro T., 17 años
Aprender mis responsabilidades


Cuando era diácono, aprendí mis responsabilidades gracias al apoyo de mis padres y líderes y al trabajar con las metas del librito Mi Deber a Dios. Cuando era maestro, aprendí más al ir a hacer las visitas de maestro orientador, al participar en los programas de puertas abiertas en los días misionales, al compartir el pan de plátano, al asistir a la mutual y al participar en actividades de barrio y de estaca.
Ahora, como presbítero, puedo concentrarme más en la obra misional. Al trabajar con el presidente de los Hombres Jóvenes y como asistente del obispo, he aprendido mucho más sobre mis responsabilidades como poseedor del sacerdocio.

Nuestros líderes nos invitan constantemente a ir con ellos y con los misioneros de tiempo completo para que nos familiaricemos con la obra misional. También nos exhortan a leer las Escrituras, especialmente el Libro de Mormón. Todas esas experiencias me motivan y me preparan para recibir el sacerdocio mayor y para servir en una misión de tiempo completo.

Nuestro espacio


Las normas y las amistades
Desde que asisto a la escuela, he tenido amigos que no han entendido las normas morales de nuestra religión. Al principio era difícil, pero, con el tiempo, se han acostumbrado a la idea de que yo me mantendré moralmente limpia. En la vida, establecí la meta de ser limpia y pura, y todo ha resultado bien, tanto para mí como para aquellos que solían criticarme. Con el paso del tiempo, hemos logrado tener respeto, paz y felicidad en nuestro afectuoso grupo de amigos.
Perdonar a mis amigos
Puesto que soy el único miembro de la Iglesia entre mis compañeros, ha habido ocasiones en las que mis amigos me han ofendido. A veces juzgan y critican mi religión y me siento muy solo; sin embargo, estoy agradecido por conocer las normas de la Iglesia.
Si mis amigos me ofenden, trato de ser humilde y evitar la contención, pues sé que la contención es mala. Cuando comienzan a discutir sobre asuntos de la Iglesia, simplemente testifico de mi convicción en el Evangelio.
Siempre perdono a mis amigos, ya sea que se disculpen o no. El perdonar no es simplemente decir que aceptamos la disculpa o que todo está bien, ya que el perdón tiene un significado profundo: Jesucristo expió nuestros pecados para que el Padre Celestial nos pueda perdonar.
Aun cuando mis amigos no comprenden mi religión por el momento, sé que puedo ser un instrumento de Dios para enseñarles el Evangelio; los estoy ayudando a ellos, y al mismo tiempo me estoy ayudando a mí mismo a crecer espiritualmente y a prepararme para servir en una misión.
UNO de mis pasajes de Escritura preferidos

Nuestro Padre Celestial se vale de “cosas pequeñas y sencillas” (Alma 37:6) para adelantar Su obra. José Smith no era una persona importante ante los ojos del mundo, pero Dios lo utilizó para restaurar la Iglesia; y fue una cosa sencilla la que condujo a la Restauración: una oración. ¿Piensas que eres demasiado insignificante para trabajar en la viña del Señor? Ser un buen ejemplo puede ayudar a tu vecino a llegar a ser miembro de la Iglesia. Dios no necesita personalidades importantes, sólo necesita personas que sean fieles y obedientes.

La pureza sexual




A veces, los padres se sienten inseguros cuando surgen oportunidades para enseñar a sus hijos en cuanto a la pureza sexual. No obstante, las charlas sobre este tema pueden invitar al Espíritu y ser útiles a fin de preparar a los hijos para hacer convenios sagrados y guardarlos.
En las páginas 50–51 de este ejemplar, Neill F. Marriott, Segunda Consejera de la Presidencia General de las Mujeres Jóvenes, escribe: “…nuestro Padre Celestial instituyó los poderes de la procreación dentro del matrimonio exclusivamente para fines divinos”. En el Manual 2: Administración de la Iglesia, aprendemos que esos propósitos incluyen “expresar el amor y fortalecer los lazos emocionales y espirituales entre el esposo y la esposa” (2010, 21.4.4). Las sugerencias que figuran a continuación pueden ser de utilidad para enseñar a sus hijos sobre la pureza sexual. A fin de encontrar más ideas sobre la forma de abordar este tema, también puede recurrir al artículo “Cómo enseñar sobre la castidad y la virtud”, de la revista Liahona de octubre de 2012.
Sugerencias para enseñar el tema a los jóvenes.
Con sus hijos adolescentes podría leer: “Creemos en ser castos”, por el élder David A. Bednar, del Quórum de los Doce Apóstoles, en la revista Liahona de mayo de 2013. Invítelos a que hagan preguntas sobre la pureza sexual. Además, para ayudar a contestar las preguntas que ellos tengan, podría utilizar “La pureza personal”, por el élderJeffrey R. Holland, del Quórum de los Doce Apóstoles, de la revista Liahona de octubre de 2000.
El tema del curso de estudios de las lecciones dominicales de este mes para los jóvenes es la expiación de Jesucristo. Podría utilizar los materiales del curso de estudios para enseñarles en cuanto al arrepentimiento que se requiere cuando se cometen pecados sexuales (véase lds.org/youth/learn ). También podrían leer y analizar: “¿Qué debo confesarle a mi obispo y por qué?”, por el élder C. Scott Grow, de los Setenta, de la revista Liahona de octubre de 2013.
En el caso de que hubiese un templo cercano, considere la posibilidad de visitar los terrenos con su familia y analizar la razón por la que debemos conservarnos puros para entrar en él. Podría hablarles sobre las bendiciones que usted ha recibido al adorar en el templo; y podría, además, hacer planes para que su familia lleve a cabo bautismos por los muertos.
Tal vez quiera leer con los jóvenes “La pureza sexual”, en Para la Fortaleza de la Juventud (librito, 2011, págs. 35–37) y destacar las bendiciones que recibimos si nos mantenemos puros. Podría alentar a sus hijos a escribir algunas metas relacionadas con la pureza sexual.
Sugerencias para enseñar el tema a los niño.
Tal vez podría llevar a cabo una noche de hogar en la que utilice láminas de templos para analizar la importancia y la santidad del templo; después, podría explicar que nuestros cuerpos también son templos sagrados.
Lea con sus hijos el decimotercer artículo de fe y hable sobre la importancia de mantener limpios nuestros pensamientos. Haga una lista de algunos libros, películas y canciones que ocuparán la mente con cosas buenas. Tal vez quieran leerlas, mirarlas o cantarlas juntos.
Pasajes de las Escrituras sobre este tema

Abraham


“Al seguir el ejemplo de Abraham… encontraremos mayor felicidad, paz y descanso, [y] hallaremos el favor de Dios y estaremos en buenos términos con el hombre”.Presidente Spencer W. Kimball (1895–1985).
Los terrenos bajos y pantanosos de Ur, en Caldea, fueron mi primer hogar. Los caldeos, incluso mi padre, adoraban ídolos y ofrecían sacrificios humanos; sin embargo, yo creía en el único Dios verdadero y viviente y me preparaba para el día en el que pudiese recibir el sacerdocio, como lo habían hecho mis antepasados.
Un día, los caldeos me ataron en el altar del dios Elkénah para ofrecerme como sacrificio. Cuando estaban a punto de quitarme la vida, oré a Dios para que me liberara y de inmediato se soltaron mis ligaduras. Entonces, el Señor me habló y me dijo: “…te he oído, y he descendido para librarte y llevarte… a una tierra extraña”.
El Señor empezó a bendecirme sobremanera: recibí el sacerdocio de manos de Melquisedec4, y el Señor hizo convenio conmigo de que llegaría a ser el padre de muchas naciones y que el Evangelio sería una bendición para toda la humanidad por medio de mi posteridad. Además, me cambió el nombre de Abram a Abraham, que significa “padre de muchas naciones”.
Llevé a mi familia a Canaán, la tierra que el Señor había preparado para nosotros. El Señor me prometió que Su convenio en cuanto a mi posteridad se cumpliría por medio de un hijo que mi esposa Sara daría a luz. Ella y yo no habíamos podido tener hijos, y nos preguntábamos cómo podríamos tener familia ya que éramos entrados en años: yo tenía 100 años y Sara 907. Sin embargo, tal como lo prometió el Señor, tuvimos un hijo: Isaac.
Unos años después, pasé por una de las pruebas más difíciles de mi vida. A pesar de que había sido testigo del dolor del sacrificio humano, el Señor me pidió que sacrificara a mi hijo Isaac. Me sentía desconsolado, pero confiaba en el Señor. Cuando estaba a punto de matar a Isaac, un ángel me habló y dijo: “No extiendas tu mano sobre el muchacho… porque ya sé que temes a Dios, pues no… rehusaste a tu hijo, tu único”. El Señor proporcionó un carnero para ser sacrificado en lugar de Isaac, el cual él y yo ofrecimos al Señor.

Debido a mi obediencia, el Señor reafirmó Su convenio: “…multiplicaré… tu descendencia como las estrellas del cielo y… en tu simiente serán bendecidas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste mi voz”

La misión divina de Jesucristo: Luz del mundo

Cuando entendamos que Jesucristo es la Luz del mundo, aumentará nuestra fe en Él y llegaremos a ser una luz para los demás. Cristo testificó de Su función como “la luz verdadera que ilumina a todo hombre [y mujer] que viene al mundo” (D. y C. 93:2), y pidió que “[alzáramos Su] luz para que brille ante el mundo” (3 Nefi 18:24).
Nuestros profetas también han testificado de la Luz de Cristo. El presidente Henry B. Eyring, Primer Consejero de la Primera Presidencia, dijo: “Cada vez que decidan intentar vivir más como el Salvador, su testimonio se fortalecerá; con el tiempo, sabrán por ustedes mismas que Él es la Luz del Mundo… Irradiarán a los demás la Luz de Cristo que hay en sus vidas”1.
El élder Quentin L. Cook, del Quórum de los Doce Apóstoles, dijo respecto a ser una luz para el mundo: “Tenemos que proteger a nuestras familias y estar a la vanguardia, junto con todas las personas de buena voluntad, para hacer todo lo que podamos por preservar la luz, la esperanza y la moral en nuestras comunidades”2.
De las Escrituras
De nuestra historia
Hoy en día, las mujeres Santos de los Últimos Días continúan manteniendo su luz en alto.
En el piso 80 de un rascacielos de Hong Kong, China, una hermana soltera que tenía discapacidades físicas y que era la única Santo de los Últimos Días de su familia, estableció un hogar que era un refugio donde ella y las personas que la visitaban podían sentir la influencia del Espíritu. Conservaba las Escrituras, sus manuales de la Sociedad de Socorro y el himnario cerca, y viajaba al templo para llevar a cabo las ordenanzas por sus antepasados3.
Una madre justa de Brasil crió a sus hijos en la luz del Evangelio. Las canciones de la Primaria llenaban el ambiente de su casa de ladrillos rojos y había láminas de templos, de profetas de Dios y del Salvador, recortadas de la revista Liahona, que cubrían las paredes. Ella y su esposo hicieron sacrificios para sellarse en el templo a fin de que sus hijos pudieran nacer dentro del convenio. Su oración constante era que el Señor la ayudara a criar a sus hijos en la luz, la verdad y la fortaleza del Evangelio4.
¿Qué puedo hacer?
1.     1. 
Analicen lo que significa ser una luz para el mundo hoy.
2.     2. 
Consideren de qué manera el seguir la Luz de Cristo las ayuda a sobrellevar las pruebas.

El servicio y la vida eterna





El Salvador es nuestro ejemplo de servicio desinteresado. Dedicó Su vida perfecta a servir al Padre Celestial y a todos los hijos de Su padre. El propósito común del Padre y del Hijo es darnos a todos el don de la inmortalidad y la bendición de la vida eterna (véase Moisés 1:39).
Para tener derecho a la vida eterna, debemos ser cambiados mediante la expiación de Jesucristo: nacer de nuevo y estar limpios del pecado. Sin embargo, los niños menores de ocho años no tienen pecado y son redimidos por medio de la Expiación (véanse Mosíah 3:16, 21Moroni 8:10–12).
Para todos los que alcanzamos la edad de responsabilidad, existe un plan maravilloso que nos permite ser limpios del pecado y prepararnos para la vida eterna. Esa preparación comienza con el bautismo mediante la autoridad del sacerdocio y la recepción del Espíritu Santo; después de ello, debemos recordar siempre al Salvador y guardar los mandamientos que Él nos ha dado.
El rey Benjamín habló a la gente del Libro de Mormón acerca del gozo que ocasiona el sentir que los pecados han sido perdonados mediante la expiación de Jesucristo. Luego les enseñó que para retener la remisión de sus pecados debían enseñar a sus hijos a servirse el uno al otro y a ser tan generosos como pudieran para satisfacer las necesidades materiales y espirituales de los que los rodeaban (véase Mosíah 4:11–16).
También enseñó: “Y he aquí, os digo estas cosas para que aprendáis sabiduría; para que sepáis que cuando os halláis al servicio de vuestros semejantes, sólo estáis al servicio de vuestro Dios” (Mosíah 2:17).
Jesús fue entre la gente enseñando el Evangelio y haciendo el bien (véaseHechos 10:38). Él sanó al enfermo, levantó a los muertos, y con Su poder alimentó a miles cuando estuvieron hambrientos y sin comida (véanseMateo 14:14–21Juan 6:2–13). Después de Su resurrección, dio de comer a varios de Sus apóstoles cuando llegaron a la costa del mar de Galilea (véase Juan 21:12–13). En las Américas, sanó al enfermo y bendijo a los niños uno por uno (véase 3 Nefi 17:7–9, 21).
El apóstol Santiago nos enseñó que el deseo de servir a los demás surge de nuestra gratitud por lo que el Señor ha hecho por nosotros.
“Pero el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace…
“La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es ésta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo” (Santiago 1:25, 27).
Una de las maneras de saber que están siendo purificados es su mayor deseo de servir a los demás en nombre del Salvador. La orientación familiar y el programa de maestras visitantes llegan a ser más un placer que un deber para ustedes; se ofrecen con más frecuencia para prestar servicio como voluntarios en las escuelas locales o para ayudar a cuidar de los pobres en su comunidad. Aun cuando quizás tengan poco dinero para dar a los que tienen menos, desean tener más para poder dar más (véase Mosíah 4:24); están ansiosos por servir a sus hijos y mostrarles cómo prestar servicio a las demás personas.
A medida que la naturaleza de ustedes cambie, sentirán el deseo de prestar más servicio sin esperar reconocimiento. Conozco discípulos del Salvador que han dado grandes ofrendas de dinero y servicio con la resolución de que sólo sus hijos y Dios lo supieran. Dios ha reconocido su servicio bendiciéndolos en esta vida y los bendecirá en la vida eterna futura (véanse Mateo 6:1–43 Nefi 13:1–4).
Al guardar el mandamiento de servir a los demás (véase Mateo 22:39), han visto un cambio en sus sentimientos de orgullo. El Salvador corrigió a Sus apóstoles cuando discutían acerca de quién sería el mayor entre ellos. Él dijo:
“Ni seáis llamados maestros, porque uno es vuestro Maestro, el Cristo.
“El que es el mayor entre vosotros será vuestro siervo” (Mateo 23:10–11).
El Salvador nos enseña cómo aprender a servir a los demás. Él sirvió de manera perfecta y nosotros debemos aprender a servir como Él aprendió: gracia sobre gracia (véase D. y C. 93:12–13). Mediante el servicio que damos, llegamos a ser más como Él; oraremos con toda la energía de nuestro corazón para amar a nuestros enemigos así como Él los ama (véanse Mateo 5:43–44Moroni 7:48). Entonces, finalmente llegaremos a ser dignos de la vida eterna con Él y con nuestro Padre Celestial.
Les prometo que al seguir las enseñanzas y el ejemplo del Salvador, llegaremos a servir de manera más perfecta.
Cómo enseñar con este mensaje
El élder M. Russell Ballard, del Quórum de los Doce Apóstoles, nos ha animado a orar por oportunidades de servicio: “Cada mañana, en sus oraciones, pidan al Padre Celestial que los guíe a reconocer una oportunidad para servir a uno de Sus preciados hijos. Luego, vayan durante el día… buscando a quien ayudar” (“Estar anhelosamente consagrados”, Liahona, noviembre de 2012, página 31). Consideren la posibilidad de invitar a aquellos a quienes enseñen a que fijen la meta de orar cada mañana pidiendo oportunidades para servir y que luego las busquen durante el día.
Una respuesta a su oración

Por Siphilile Khumalo
La autora vive en Gauteng, Sudáfrica
Una noche, una amiga de otra religión vino a quedarse conmigo. Generalmente estudio las Escrituras sola, y esa noche las había sacado para estudiar. Sentí la impresión de invitarla a que me acompañara, pero tuve miedo y, en lugar de hacerlo, comencé a estudiar por mi cuenta. Sabía que había ignorado la impresión del Espíritu. Después de unos minutos le pregunté con reserva: “¿Te gustaría estudiar las Escrituras conmigo?”. Sin dudarlo, mi amiga respondió: “Sí”.
Leímos el Libro de Mormón. Ella me hizo algunas preguntas y yo pude sentir que el Espíritu me guiaba mientras respondía. Expresé mi testimonio de la veracidad del Libro de Mormón y, después de hacerlo, ella me dijo: “Todo el día he estado llorando y con miedo; acababa de orar a Dios por ayuda cuando me preguntaste si quería leer las Escrituras contigo. Me siento mucho mejor ahora, gracias”.
El Señor me usó como instrumento para contestar una oración y servir a una de Sus hijas que tenía una necesidad. Sé que las impresiones son instrucciones divinas de un Padre sabio y glorioso. Cuando dejamos de lado nuestros temores, permitimos que Él manifieste Su poder por medio de nuestra obediencia.
Niños
Buscar maneras de prestar servicio

Los niños pueden escoger prestar servicio a los demás. Encierra en un círculo las ilustraciones donde el niño elige seguir a Jesucristo al ayudar a otra persona.

Las verdades que más vale la pena conocer

Si han tropezado o se han extraviado por algún tiempo, pueden avanzar con fe y dejar de ir de aquí para allá en el mundo.
                                  
El coleccionar o ver pornografía es como llevar una serpiente de cascabel en la mochila.Algunos jóvenes tienen dudas y están buscando guía; otros se preguntan cómo se alejaron del sendero del Evangelio y cómo pueden regresar. Aunque hablo a todos, me dirijo más intensamente a quienes están en la búsqueda.
Su cuenta espiritual
Todos tenemos una deuda espiritual que se sigue incrementando de una u otra forma. Si la saldan sobre la marcha, tienen poco de qué preocuparse; pronto comienzan a adquirir disciplina y saben que vendrá el día del ajuste de cuentas. Aprendan a pagar su cuenta espiritual a intervalos regulares, en vez de dejar que crezcan los intereses y las multasDebido a que esta vida es una prueba, se supone que cometerán errores. Imagino que habrán hecho cosas en la vida de las que se lamentan, de las que no pueden excusarse y menos aún, enmendar; por tanto, llevan una carga. Quizás se sientan inferiores en cuerpo y mente, y estén turbados o apesadumbrados por el peso de una cuenta espiritual que está “vencida”. Cuando se enfrentan a ustedes mismos en los momentos de tranquila meditación (que muchos de nosotros tratamos de evitar), ¿hay cuentas sin saldar que les preocupan?, ¿tienen algún remordimiento?, ¿continúan, de una forma u otra, siendo culpables de algo pequeño o grande?Con demasiada frecuencia, recibimos cartas de personas que han cometido errores trágicos o llevan sobre sí cargas. Ellas se preguntan: “¿Podré ser perdonado? ¿Podré cambiar alguna vez?”. La respuesta es: ¡Sí! (véase 1 Corintios 10:13).
El arrepentimiento trae alivio.El Evangelio nos enseña que por medio del arrepentimiento nos podemos librar del tormento y del sentimiento de culpa. Salvo aquellos pocos —muy pocos— que después de haber conocido la plenitud optan por la perdición, no existe hábito ni adicción, no hay rebelión, transgresión ni ofensa, grande o pequeña, que esté excluida de la promesa del perdón total. Sea lo que sea que haya pasado en su vida, el Señor ha preparado una forma para que regresen, si escuchan las impresiones del Santo Espíritu. 
Algunos sienten un apremio incontenible, una tentación recurrente, que quizás se convierta en hábito y luego en adicción. Tenemos la tendencia a cometer ciertas transgresiones y pecados, y también a justificarnos de que no somos culpables porque hemos nacido así. Quedamos atrapados, y de ahí provienen el dolor y el tormento que sólo el Salvador puede sanar. Ustedes tienen el poder para dejar esos hábitos y ser redimidos.
Una serpiente llamada pornografía.El presidente Marion G. Romney (1897–1988), que fue Primer Consejero de la Primera Presidencia, me dijo una vez: “No les hables sólo para que entiendan, háblales para que no malentiendan”.
Así que, ¡escuchen atentamente! Hablaré claramente, como alguien que ha sido llamado a hacerlo y tiene el deber de hacerlo.
Ustedes viven en una época en que el azote de la pornografía se está extendiendo por el mundo; es difícil eludirlo. La pornografía se enfoca en esa parte de la naturaleza de ustedes que les da el poder de procrear.
Ceder ante la pornografía conduce a problemas, al divorcio, a enfermedades y a dificultades de todo tipo. No hay parte de ella que sea inofensiva. El coleccionar, ver o distribuir pornografía de cualquier forma, es como llevar una serpiente de cascabel en la mochila. Los expone inevitablemente al equivalente espiritual de la mordedura de la serpiente que les inyecta el veneno mortal. En las condiciones del mundo, uno puede comprender con facilidad que ustedes puedan verse expuestos a ella casi inocentemente, verla o leerla sin darse cuenta de las terribles consecuencias de ello. Si ése es el caso, los amonesto a que dejen de hacerlo. ¡Deténganse ya!
El Libro de Mormón enseña que todos “los hombres son suficientemente instruidos para discernir el bien del mal” (2 Nefi 2:5). Eso los incluye a ustedes. Ustedes saben lo que es bueno y lo que es malo; tengan mucho cuidado de no cruzar esa línea.
Si bien la mayoría de las faltas pueden confesarse al Señor en privado, algunas transgresiones requieren más que eso para obtener el perdón. Si sus faltas han sido graves, acudan al obispo. En los demás casos, será suficiente la confesión cotidiana, silenciosa y personal. Pero recuerden que la gran mañana del perdón puede que no venga inmediatamente; si al principio tropiezan, no desistan. El superar el desánimo forma parte de la prueba; no se den por vencidos y, como he aconsejado anteriormente, una vez que hayan confesado y abandonado sus pecados, no miren hacia atrás.
El Señor siempre está allí. Él está dispuesto a sufrir y a pagar la deuda si ustedes están dispuestos a aceptarlo como su Redentor.
El sufrimiento del Salvador por nuestros pecado.como mortales, quizás no entendamos —y de hecho no podemos entender— completamente cómo Jesucristo llevó a cabo Su sacrificio expiatorio; pero por ahora el cómo no es tan importante como el porqué de Su sufrimiento. ¿Por qué lo hizo por ustedes, por mí y por toda la humanidad? Lo hizo por amor a Dios, el Padre, y a toda la humanidad. “Nadie tiene mayor amor que éste, que uno ponga su vida por sus amigos” (Juan 15:13).
En Getsemaní, Cristo se apartó de Sus apóstoles para orar. ¡Lo que allí ocurrió supera nuestra capacidad de comprensión! Pero sabemos que llevó a cabo la Expiación. Estuvo dispuesto a tomar sobre Sí las faltas, los pecados y la culpa, las dudas y los temores de todo el mundo. Sufrió por nosotros para que no tengamos que sufrir.
El perdón total es posible
Si han tropezado o se han extraviado por algún tiempo, si sienten que el adversario los tiene cautivos, pueden avanzar con fe y dejar de ir de aquí para allá en el mundo. Hay quienes están prestos para guiarlos de regreso a la paz y a la seguridad. La gracia de Dios, tal como se promete en las Escrituras, viene “después de hacer cuanto podamos” (2 Nefi 25:23). La posibilidad de que eso suceda es, para mí, una de las verdades que más vale la pena conocer.
Les prometo que esa radiante mañana del perdón vendrá; entonces “la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento” (Filipenses 4:7) volverá nuevamente a su vida, como un amanecer, y ustedes y Él, “no se acordarán más de sus pecados” (Jeremías 31:34). ¿Cómo sabrán que han sido perdonados? ¡Les aseguro que lo sabrán! (véase Mosíah 4:1–3).
Esto es lo que he venido a enseñar a quienes estén en dificultades. Él intervendrá y resolverá el problema que ustedes no puedan resolver, pero ustedes deben pagar el precio; si no lo hacen, no sucederá. Él es un líder sumamente bondadoso, en el sentido de que siempre pagará el precio necesario; pero desea que ustedes hagan lo que deben hacer, aunque sea doloroso.
Amo al Señor, y amo al Padre que lo envió. Podemos poner ante Él nuestras cargas de la desilusión, el pecado y la culpa, y bajo Sus generosas condiciones, cada monto de la cuenta se puede marcar como “pagado completamente” (véase Isaías 1:18–19).
Vivan con fidelidad y permanezcan dignos
Les prometo que esa radiante mañana del perdón vendrá.
El pasaje “aprende sabiduría en tu juventud; sí, aprende en tu juventud a guardar los mandamientos de Dios” (Alma 37:35) es una invitación acompañada de la promesa de paz y protección contra el adversario. (Véase también 1 Timoteo 4:12.)
No esperen que todo transcurra sin obstáculos en la vida. Aun para los que viven como deben, a veces será todo lo contrario. Enfrenten cada dificultad de la vida con optimismo y confianza, y tendrán la paz y la fe que los sostendrá ahora y en el futuro.

A aquellos que aún no tienen todas las bendiciones que piensan que quieren y que necesitan, creo firmemente que a ustedes, los que vivan fielmente, no se les negará ninguna experiencia ni oportunidad que sea esencial para la redención y la salvación. Permanezcan dignos; tengan esperanza, sean pacientes y persistan en la oración. Las cosas de alguna manera se solucionan. El don del Espíritu Santo los guiará y dirigirá sus acciones.

miércoles, 23 de julio de 2014

Vencer el miedo con la fe en Jesucristo

Como miembro de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días creo que todas las personas se enfrentan a tiempos tribulaciones difíciles y pruebas en sus vidas. Yo, sin embargo, creo que Dios fortalece a los que creen con fe en Jesucristo para hacer frente a sus pruebas de manera que lleguen a ser bendecidos a ellos y los demás.
En Marcos 9:23, nuestro Salvador, Jesucristo, dijo: “Si puedes creer, al que cree todo le es posible”.
Jesucristo-mormón5¿Cómo podemos realmente superar el miedo a través de nuestra fe en Jesucristo, y hace que todas las cosas sean posibles para nosotros?
He encontrado una gran fuerza a través de la lectura constante de las Escrituras y la oración acerca de lo que he estudiado. Además, el poder de la comprensión de la palabra de Dios vendrá no sólo por meditación de las Escrituras, sino por tratar activamente de ser obediente a los mandamientos de Dios. Luego, a medida que sienta un fulgor perfecto de esperanza dentro, usted sentirá el poder de Dios en usted para hacer frente a sus conflictos y sus miedos serán superados gradualmente.
Esta pregunta podría responderse mejor a través de los 
No importa lo que ocurra, no importa cuán confundido se vuelva el mundo, tú siempre puedes contar con el poder sustentador de la fe. Eso nunca cambiará. El amor perfecto de nuestro Padre Celestial nunca cambiará. El plan de Su Evangelio da significado a la vida y asegura tu felicidad. Su plan no es sólo para que seas probado aquí en la tierra sino para que recibas también el progreso que procede de tomar decisiones correctas inspiradas por la fe, que son posibles en virtud de tu obediencia.
¿Para qué preocuparte por dificultades o incertidumbres por acontecer sobre las que no tienes control? Tu carácter recto aumenta la posibilidad de que nunca tendrás que sufrirlas. Cuando lleguen los problemas y las pruebas, tu fe te guiará a las soluciones. Tu tranquilidad, tu convicción en las respuestas sobre problemas desconcertantes y tu gozo final dependen de tu confianza en el Padre Celestial y en Su Hijo Jesucristo. Finalmente, lo correcto prevalecerá y hará que recibas bendiciones ahora, en la medida que, con fe, obedezcas los mandamientos de Dios. Recuerda que una fuente de paz y consuelo inagotable, continua y siempre presente está a tu alcance. No hay duda de que tu Padre Celestial te ama cualquiera que sea tu circunstancia, no importa cuál sean tus pruebas, tus tentaciones o tribulaciones. Esa certeza nunca cambiará. Tu capacidad para recibir ese apoyo depende de la fortaleza de tu fe en Él y en la disposición fiel que Él tiene para bendecirte.

sábado, 19 de julio de 2014

Por cosas sencillas


El vivé


TESTIMONIO DEL LIBRO DE MORMON


OH RECUERDA RECUERDA


OH RECUERDA RECUERDA


LOS PIONEROS



Momentos mas Inportante


Las Mujeres en nuestra vida


El Matrimonio Y El divorcio


miércoles, 16 de julio de 2014

LA COMUNICACIÓN CON LOS PADRES







Estas sugerencias te ayudarán a establecer una comunicación positiva con tus padres y otras personas.
  • Estar atento a las oportunidades para conversar. A veces, las oportunidades de entablar una buena comunicación surgen cuando menos se esperan.
  • Escuchar con el corazón. Procura comprender los motivos y las intenciones de lo que te dicen tus padres.
  • Mostrar interés. Una persona que escucha atentamente ayuda a que los demás sientan seguridad para compartir sus sentimientos.

  • De vez en cuando, repetir con tus propias palabras lo que estés escuchando. Esto demuestra que estás escuchando sinceramente lo que dicen tus padres.

  • Hacer preguntas. Las preguntas sirven para asegurarse de que ambas personas comprendan correctamente lo que dice el otro.

  • Recordar que los padres también son personas. Tienen sentimientos y desean mantener una relación cercana contigo.

A medida que tú y tus padres pongan en práctica buenas técnicas de comunicación, tendrán una relación más estrecha que se convertirá en una bendición para ambos.






martes, 15 de julio de 2014

LOS QUE MUEREN EN EL SEÑOR

     Deseo hablar de un tema que causa miedo, incluso terror, a la mayoría de las personas. Es algo a lo que tememos, que nos sobrecoge, algo de lo que huiríamos si pudiéramos. Se trata del pasaje del alma inmortal al reino eterno, del temeroso día en que abandonaremos esta vida mortal y volveremos al polvo del cual hemos venido. Hablaré de la muerte—la muerte terrena, la natural, la del cuerpo—, y del estado del alma cuando le llega el momento de esta consumación final.








     Es indudable que todos deberemos ser guiados e iluminados por el poder del Espíritu Santo cuando lleguemos a ese reino, sobre el cual el hombre carnal sabe tan poco pero del que se ha dado tanta revelación a los santos del Altísimo.

     Ruego que mis palabras, que hablo por el poder del Espíritu Santo, penetren en vuestro corazón también por el poder del mismo Espíritu, para que sepáis y sintáis la veracidad de las mismas.
     Me gustaría citar estas dulces y consoladoras palabras bíblicas: "Estimada es a los ojos de Jehová la muerte de sus santos" (Sal. L 16:15). A esto agrego la aguda declaración de Pablo cuando dijo: "El aguijón de la muerte es el pecado" ( 1 Cor. 15:56).

     La muerte puede ser reconfortante, dulce y preciosa, pero también puede arrojar sobre nosotros la agonía ardiente y abrasadora de un infierno sin fin. Y cada uno de nosotros, individualmente, elige cuál de estas formas ha de ser.

    Si hemos de colocar a la muerte en su perspectiva correspondiente, debemos primero aprender el propósito de la vida, saber de dónde venimos, quiénes somos y por qué Dios nos puso aquí. Solamente entonces podremos tener la visión de adónde iremos, de acuerdo con la disposición de Aquel que nos creó.
  





   Sabemos, porque el Señor nos lo ha revelado, que somos hijos espirituales de un Ser exaltado y glorificado, de un Hombre Santo que tiene un cuerpo de carne y huesos y es nuestro Padre Celestial.

    Sabemos que la clase de vida que El vive es vida eterna, que consiste en vivir dentro de la unidad familiar y en poseer todo poder, toda supremacía y todo dominio.

    Sabemos que El estableció el plan de salvación para permitirnos progresar desde nuestro estado espiritual, al mismo estado de gloria, honor y exaltación que El posee. Sabemos que ese plan requería la creación de este mundo, para que pudiéramos morar como mortales, recibir cuerpos hechos del polvo de la tierra y padecer todas las pruebas que enfrentamos aquí.
  
   Sabemos que en el plan de salvación estaba prevista la caída del hombre, con su consecuente muerte temporal y espiritual; estaba prevista la redención de la muerte por medio del sacrificio expiatorio del Hijo de Dios, y también la herencia de una vida eterna para todos los que obedecieran. Sabemos que este gran plan de progreso requería un nacimiento, por medio del cual obtendríamos un tabernáculo mortal para nuestros espíritus eternos y una muerte que libraría esos espíritus de las enfermedades y debilidades de la mortalidad.
  

   Y quisiera aclarar que nunca se estableció que esta vida sería fácil. Es un estado probatorio en el cual pasamos por pruebas físicas, mentales, morales y espirituales; estamos sujetos a enfermedades y corrupción; somos víctimas del cáncer, la lepra y muchos males contagiosos, y sufrimos dolor, penas y aflicciones. Ocurren desastres; las inundaciones arrasan nuestros hogares, las pestes destruyen nuestras cosechas, plagas y guerras llenan de tumbas nuestros cementerios y asolan nuestros hogares.
  
   Ha llegado el momento de elegir entre la palabra revelada de Dios y los postulados científicos que destruyen el alma. Las tentaciones, la lujuria, la maldad en todas sus formas son parte del plan, y cada persona que tenga el privilegio de pasar por la mortalidad debe sufrir y padecer las experiencias.

    El proceso de la prueba mortal es igual para todo ser humano, sea santo o pecador. Muchas veces las pruebas y aflicciones de aquellos que han recibido el evangelio, exceden a las que sufre la gente del mundo. A Abraham se le requirió que sacrificara a su único hijo; Lehi y su familia dejaron sus tierras y riquezas para vivir en el desierto. En todas las épocas se les ha requerido a los santos que dejaran todas sus posesiones en el altar, aún hasta su propia vida.
  








   Con respecto a las pruebas personales que todos enfrentamos, podemos decir que por medio de la sabiduría de Dios, que es Omnisciente, recibimos las pruebas particulares y específicas que necesitamos de acuerdo con nuestra situación personal. Es a nosotros, sus santos, a quienes habla el Señor cuando dice:

“. . . he decretado en mi corazón probaros en todas las cosas. . . para ver si permanecéis en mi convenio, aun hasta la muerte, a fin de que seáis hallados dignos. 


“Porque si no permanecéis en mi convenio, no sois dignos de mí." (D. y C. 98: 14-15.)
   
  ¿Qué significa entonces la muerte? ¿Y la de nuestros seres queridos? ¿Qué significa nuestra vida más allá de la tumba?











    Las Escrituras dicen: ". . . la muerte ha pasado a todo hombre para cumplir el misericordioso designio del Gran Creador" (2 Nefi 9:6). De acuerdo con el conocimiento que tenemos los santos, no hay ni debe haber pena en la muerte. con excepción del dolor de la separación física y temporaria. El nacimiento y la muerte son pasos esenciales para el cumplimiento de la eternidad.

     En el mundo espiritual, dimos voces de alegría por el privilegio de poder ser mortales, porque sin las pruebas de esta vida mortal no puede haber vida eterna. Ahora cantamos alabanzas al gran Redentor por el privilegio de salir de esta vida, porque sin la muerte y la resurrección no podríamos levantarnos en gloria e inmortal y ganar una vida eterna.
   
  Cuando los santos fieles dejan esta vida son "recibidos en un estado de felicidad que se llama paraíso: un estado de descanso, un estado de paz, donde descansarán de todas sus aflicciones, y de todo cuidado y pena" (Alma 40:12), y permanecerán en ese estado hasta el día de su resurrección. Cuando el inicuo y el impío dejan esta tierra, ellos continúan en su iniquidad y rebeldía. "El mismo espíritu que posee vuestros cuerpos al salir de esta vida", dicen las Escrituras, "ese mismo espíritu tendrá poder para poseer vuestro cuerpo en aquel mundo eterno." (Alma 34:34.)

"Por tanto, debéis seguir adelante con firmeza en Cristo, teniendo una esperanza resplandeciente, y amor hacia Dios y hacia todos los hombres. Por tanto, si marcháis adelante, deleitándoos en la palabra de Cristo y perseverando hasta el fin, he aquí, así dice el Padre: Tendréis la vida eterna." (2 Nefi 31:20.)
     Esto quiere decir que todo santo que sea fiel, todos aquellos que perseveren hasta el fin, dejarán esta vida con la garantía absoluta de una vida eterna.
  
   No hay motivo de equivocación, de duda ni de incertidumbre en nuestra mente. A aquellos que hayan sido verídicos y fieles en esta vida, no se les pasará por alto en la vida venidera. Si guardan los mandamientos aquí, y se van de esta vida con un testimonio firme y verdadero de nuestro bendito Dios, recibirán la herencia de una vida eterna. Con esto no queremos decir que los que mueren en el Señor y han sido sinceros y fieles aquí, deban ser perfectos en todas las cosas en el momento en que pasen a la siguiente existencia. Hubo solo un hombre perfecto: el Señor Jesucristo, Hijo de Dios.

     Muchas almas justas que han alcanzado cierta perfección, muchas personas buenas que han sido fieles y han vivido la ley, han dejado esta vida con la seguridad de la herencia de una vida eterna. pero hay muchas cosas que ellos deben hacer y harán más allá de la tumba para merecer la plenitud del Reino del Padre, en ese glorioso día final cuando el gran Rey les diga: "Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo" (Mat. 25:34).
  
   Lo que quiero decir es que cuando los santos de Dios siguen el derrotero de la justicia; cuando obtienen un testimonio de la verdad y la divinidad de la obra del Señor; cuando guardan sus mandamientos y superan al mundo; cuando lo primero en su vida es el reino de Dios — y esto no significa que sean perfectos, al dejar esta vida obtendrán la vida eterna en el reino de nuestro Padre Celestial y llegarán a ser perfectos como Dios y Jesucristo.

    No es extraño entonces que las Escrituras digan: "Estimada es a los ojos de Jehová la muerte de sus santos". Este concepto es precioso, hermoso y lleno de gloria, porque cuando los santos mueren, se han asegurado la exaltación con Dios, quien les proveyó el camino para que progresaran y pudieran ser como El.

    Tampoco es extraño lo que dice la escritura: "Bienaventurados. . . los muertos que mueren en el Señor. Sí. . . descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen" (Apoc. 14:13). Verdaderamente, bienaventurados son, porque los santos fieles han cumplido lealmente con el propósito de su creación y Dios misericordioso les dará todas las cosas a su debido tiempo.

    No es extraño que Dios haya dicho a sus santos: "Los que mueran en mí no gustarán de la muerte, porque les será dulce" (D. y C. 42:46).
  
   No es extraño que el profeta José Smith haya dicho: "Cuando los hombres están preparados, se encuentran en mejor posición para ir allá." (Enseñanzas del Profeta José Smith, págs. 402, 359.)
  
   Pero no interpretéis mal mis palabras: nosotros no buscamos la muerte, aunque sea parte del misericordioso plan del gran Creador, sino que más bien nos regocijamos en la vida y deseamos vivir lo más que podamos siempre que seamos útiles a nuestros semejantes. Los santos fieles son una influencia justa en un mundo de iniquidad.
  
   A veces los santos de Dios son acosados y perseguidos. A veces el Señor deliberadamente permite que sus fieles sufran, tanto física como espiritualmente, para probarlos en todas las cosas y ver si permanecen en el convenio aun hasta la muerte, a fin de que sean hallados dignos de la vida eterna. Si así ha de ser con alguno de nosotros, que así sea. Pero sea lo que sea, y suceda lo que suceda aquí en la tierra, no será más que un breve momento, y si somos fieles y dignos Dios nos exaltará a su debido tiempo en las alturas, y en la resurrección seremos compensados por todas nuestras pérdidas y sufrimientos. Nos levantaremos de la mortalidad a la inmortalidad, de la corrupción a la incorrupción y saldremos de la tumba en una perfecta condición física. No se perderá ni un pelo de nuestra cabeza y Dios secará todas nuestras lágrimas. Si hemos vivido el evangelio, resucitaremos con cuerpos celestiales que podrán soportar la gloria del reino celestial. Continuaremos viviendo en unidad familiar y tal como José Smith dijo:

"Y la misma sociabilidad que existe entre nosotros aquí, existirá entre nosotros allá; pero la acompañará una gloria eterna que ahora no conocemos." ( D. y C. 130:2.)

     Nos regocijamos en la vida y nos regocijamos en la muerte. Y no tenemos otros deseos a no ser cumplir con la voluntad del Padre a quien pertenecemos y morar con El en su reino, en el momento señalado.
   
  Ojalá sucediera con cada uno de nosotros lo que con el valiente Apóstol de la antigüedad, cuando en el momento de su muerte dijo:
"Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano.


“He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida." (2 Tim. 4:6-8.)